Música y emociones positivas
Un estudio finlandés revela cómo la música puede evocar emociones que se manifiestan físicamente, mapeando en qué partes del cuerpo se sienten estas sensaciones según el tipo de canción que se escuche. “La música que genera emociones diferentes, como alegría, tristeza o miedo, se percibe en partes distintas del cuerpo”, explicó Vesa Putkinen, investigador de la Universidad de Turku. “Por ejemplo, la música alegre y bailable se siente en los brazos y las piernas, mientras que la música tierna y triste se percibe en la zona del pecho”.
Los investigadores descubrieron que las emociones inducidas por la música se expresan de manera similar universalmente, lo que sugiere que estas reacciones no están influenciadas por la cultura o el aprendizaje, sino que están arraigadas en la biología y el instinto. El estudio involucró a 1.500 participantes de China, Europa Occidental y América del Norte, quienes escucharon extractos de 36 canciones occidentales y 36 canciones de Asia oriental. Las melodías se agruparon en seis categorías identificadas por otro grupo de participantes: alegres (por ejemplo, Mamma Mia de ABBA), tristes (por ejemplo, Someone Like You de Adele), aterradoras, tiernas (por ejemplo, la versión de Jeff Buckley de Hallelujah), agresivas (por ejemplo, Angel of Death de Slayer) y bailables.
Los participantes informaron sentir canciones tiernas y tristes en el área del pecho y la cabeza, mientras que las canciones aterradoras producían sensaciones en el estómago. Las canciones alegres y bailables se sentían en todo el cuerpo, particularmente en las extremidades. La música agresiva también desencadenó una respuesta corporal completa, especialmente en la cabeza. Aunque la intensidad y expresión de estas emociones variaron según el contexto cultural y las bases neuronales individuales, las reacciones biológicas universales fueron evidentes.
Escucha e imitación
Otro estudio probó a más de 900 personas de 15 países diferentes, incluidas sociedades con patrones rítmicos distintos a los de la música occidental. A los participantes se les reprodujeron patrones musicales y se les pidió que los imitaran golpeando con los dedos, midiendo las desviaciones al replicar ritmos estandarizados que acababan de escuchar.
“A medida que avanzaba la tarea, los participantes tendían cada vez más a reproducir lo que creían haber escuchado en lugar de lo que realmente estaban oyendo”, explicó Nori Jacoby, psicólogo del MIT que dirigió el experimento, recientemente publicado en Nature. Este proceso iterativo reveló las expectativas y sesgos naturales de cada oyente.
Todos los grupos mostraron una inclinación compartida hacia patrones rítmicos específicos, lo que sugiere una cognición musical común. Por ejemplo, los ritmos constantes como Jingle Bells fueron reconocidos universalmente, incluso entre aquellos que no estaban familiarizados con la música occidental. Sin embargo, cuando se introdujeron ritmos más variados, comenzaron a influir los sesgos culturales y personales.
Estos estudios arrojan luz sobre cómo la música afecta nuestras neuronas, cuerpos y emociones, proporcionando una comprensión más profunda de su poder universal.